jueves, 15 de abril de 2010

Cuentos cortos de Triunfo Arciniegas

Leyenda
Los colibríes escapan de la boca de las niñas del convento.

Sirena
1
Por Facebook me pide fotos desnuda, y sólo he podido enviarle algunas de la cintura para arriba.
2
Le fascinan las fotos de mis pechos. ¿Qué dirá del resto de mi cuerpo?
3
Me duele que, cuando le enseño mis pechos a través de la cámara del Messenger, se le escurra la baba imaginando la belleza de mis piernas.

Transmutaciones
El hombre no le creyó cuando la mujer dijo que no era de este mundo. Pero quedó absolutamente convencido cuando empezó a desnudarse.

El hombre bala
Detesto esa manía de confundir los espacios. Su arrojo, su velocidad, su puntería, arrancan merecidos aplausos en el circo. Mi marido no entiende que en casa debe tomarse las cosas con calma. Entra y estalla dentro de mí en cuestión de segundos.

Últimas palabras
A punto de morir, mi madre hizo un gesto para que me acercara y susurró en mi oído: “Olvidé bajarle fuego al arroz”.

Vida salvaje
La niña atrapó al insecto de un zarpazo y lo devoró en un santiamén.

miércoles, 14 de abril de 2010

La voz de la beatitud


Después de la muerte de Bankéi, un ciego que vivía cerca del templo del maestro relató a un amigo:
- Como soy ciego, no veo la cara de las personas, así que debo juzgar su carácter por el sonido de su voz. Por lo común, cuando oigo a alguien felicitar a otro por su dicha o su éxito, oigo también una secreta nota de envidia. Cuando se expresan condolencias por la desgracia de otro, oigo el placer y la satisfacción,como si el condolente en realidad se alegrara de que en su propio mundo le quedara aún algo que ganar. Pero, en toda mi experiencia, la voz de Bankéi era siempre sincera. Cuando expresaba felicidad, yo no oía sino felicidad; y cuando expresaba tristeza, tristeza era todo lo que oía.

miércoles, 7 de abril de 2010

Visita - Oliverio Girondo



Visita


No estoy.
No la conozco.
No quiero conocerla.
Me repugna lo hueco,
la afición al misterio,
el culto a la ceniza,
a cuanto se disgrega.
Jamás he mantenido contacto con lo inerte.
Si de algo he renegado es de la indiferencia.
No aspiro a transmutarme,
ni me tienta el reposo.
Todavía me intrigan el absurdo, la gracia.
No estoy para lo inmóvil,
para lo inhabitado.

Cuando venga a buscarme,
díganle:
"se ha mudado".


Oliverio Girondo

martes, 6 de abril de 2010

Poema N° 3 - Décima poesía vertical - Roberto Juarroz

Hay que remodelar la casa del hombre,
podarla como se poda un árbol
e introducir en su material más sensible
el delicado injerto de la vida,
para que la casa crezca con el hombre
y también se empeñezca con él.

Hay que humanizar la casa del hombre
y retrasar además su destino de ruinas
o de ser asolada por los bárbaros
que siempre la circundan,
enseñándole para eso a respirar con el hombre
y hasta a vivir y morir con él.

O prepararla por lo menos
para que cuando el hombre caiga
o escape o se evapore,
la casa del hombre conserve por un tiempo
algo así como el duplicado de su imagen,
una transubstanciación o reminiscencia
de su corta memoria,
hasta entregarla, mejor que otros hombres,
a la publicidad subliminal
de los vientos anónimos del mundo.

Roberto Juarroz